Sólo hubo una decisión importante en mi vida. Elegí el pincel y no la azada.
A veces siento que me equivoqué...

lunes, 30 de mayo de 2011

Ophrys speculum


El día que encontré unas cuantas agrupaditas era casi de noche y con mi mala vista apenas pude hacerme una idea. Al día siguiente, después de haber dormido intranquilo, bajé con mi mujer y sus dos enormes y precisos ojos, bancales abajo a localizarlas. Al ver ese esmaltado azul cobalto rodeado de párpados aterciopelados y carmines recordé aquellos paisajes quemados que pintaba con mi padre de pequeño donde las vetas de vegetación abrasada mantenía los contornos de las formas.


lunes, 16 de mayo de 2011

La medida


Sólo discuto con mi mujer cuando hablamos de pintura, y más concretamente de mis cuadros y el momento de dejarlos. Creo que ha sido siempre una obsesión en los pintores acabar una obra, decidir el instante justo en el que debes apartarla del caballete y dedicarte a otra cosa, cuando añadir unas pinceladas no aportan nada mejor y sí muchas veces todo lo contrario.
Es ese tiempo en el que soy incapaz de alejarme de la tela y me dedico a insistir una y otra vez con una tierra o una nube, cuando aparece ella por la puerta y me dice, casi ruega: ¡ya basta Juan!
Muchos cuadros acaban en una discusión y posterior rescate...

martes, 10 de mayo de 2011

Elisa

El otro día encontré esta siamesa ophrys scolopax:

Y me acordé de la historia de mi abuela...
Mi bisabuelo Batiste tuvo mellizas, las pequeñas, las últimas en aparecer en esta historia, mi abuela Elisa y su hermana María. Elisa cambió de padres en ese instante, pasó a manos (que no al pecho, que esa es otra historia) de su tía Dolores y su tío Víctor, a partir de entonces, sus nuevos padres. En aquellos tiempos era algo bastante habitual regalarle a una hermana uno de tus hijos y así, la hermana de mi bisabuelo (a quién se le morían los hijos al nacer) pasó a ser durante el resto de su vida la madre de mi abuela Elisa.
De bien pequeñita la embarcaban para que visitara a quienes creía ella que eran sus tíos y que vivían en el carrer de la Independència en Barcelona. Parece que lo asumió a eso de los quince años...
Dolores vivió toda su vida con ella, incluso al casarse su hija con mi abuelo Salomón.
Mi padre, que la adoraba, siempre me ha contado emocionado que al poner la llave en el paño de casa la empezaba a saludar, ¡abuela!, y ella, que sólo escuchaba "uela", respondía: ja estàs ací!

lunes, 2 de mayo de 2011

Buscant la vinya

El audiovisual que preparamos para la última expo:



Gracias a Josete, Albert, y las chicas.