Durante muchos años, en el límite de nuestros bancales, ha habido un ribazo de margen repleto de zarzales que año tras año mi padre y yo nos dedicábamos a desherbar en verano, aunque también nos servía como cantera, cuando necesitábamos piedras para algún muro, las sacábamos de allí. Quedaba justo debajo de unos olivos plantados por mi tío Pepe, hermano de mi abuelo Juan, y Toni “melonera” que por aquel entonces le ayudaba en el campo. Mi abuelo andaba en Valencia en la tienda de telas que tenía por el centro y las tierras se las llevaba su hermano. De todo esto hará unos setenta años y mi madre todavía se acuerda. Dice que se plantaron allí porque era la peor tierra de todas, y no se equivocaba...
En aquel tiempo los labradores cavaban el campo “a tall fondo” casi enterrados entre los surcos. Hoy con mi pequeña mula mecánica es más sencillo.
En ese ribazo, donde muchas de las piedras han desaparecido y se ha cubierto con un par de metros de tierra, hemos plantado un algarrobo, una palmera traída de una semilla del desierto y ocho cepas de moscatel que seguramente sabrán a melón, dátil y exilio.
El de la foto es mi amigo Jorge.