Mi amigo Fede tiene una paciencia de santo. De esas curtidas en los entresijos del teclado, los pantones y las impresoras láser. Cuando trata de explicarme y manipular un cuadro desde la digitalización de su imagen, me produce una sensación de vértigo desagradabilísima. A veces, encuentro más interesantes mis cuadros intervenidos por él con un simple movimiento de ratón, cuando radicalmente anula una gama o cercena un miembro que molesta, cuando deforma lo que de manera natural ya es feo y deforme.
Los diseñadores son un arma de destrucción artística. Y de ese revuelto caos obtiene Fede siempre algo bello, diferente y primitivo también. Conoce desde hace muchos años mi pintura y a menudo la maneja mejor que yo. Siempre ha diseñado mi imagen y como agradecimiento le he llenado la casa de cuadros...
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