
El otro día llevé a mi amigo Albert a uno de mis rincones favoritos, un precipitado barranco cerca de Tárbena rodeado de viñas y oliveras. Una mancha saturada de rojos y amarillos en suspensión sobre muros de piedra seca y niebla.
Iba mirando las piedras y los troncos, por algo es escultor, mientras discutíamos (siempre estamos haciéndolo) acerca de la durabilidad y sostenibilidad de muchos de estos paisajes.
Creo que le he vuelto a joder la vida...

Un retrato de Albert.
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