La elegida...
Parecía un enorme pulpo puesto a secar sobre la piedra del márgen. Le contamos más de treinta varas de un diámetro perfecto y un color sonrosado y algo amarillento. Gran parte del viñedo de nuestro vecino está plantado a partir de esta única cepa. Son unos bancales con poca caliza, bastante arcilla, ideales para el giró que Llorenç tiene injertado sobre Rupestris de Lot.
Fuimos a pedirle unos sarmientos de esas cepas que plantó su padre. Mientras hablábamos con él, sentí que le acabábamos de joder la mañana con nuestra presencia y la batería de preguntas que teníamos preparadas sobre el suelo, las cepas, los portainjertos... Realmente le importaba bien poco aquello que le estábamos pidiendo, toda la conversación mantuvo una sonrisilla que parecía no poder evitar y en ningún momento dejó las tijeras.
Podar una viña de esta edad en una mañana seca y soleada es algo sagrado que no se debe profanar, algo íntimo, solitario y a la vez inexplicable. Algo parecido a la felicidad...
Es hoy, tras las tecnologías y las normas, la mejor manera de imprimir personalidad a los vinos, en el terroir y en las viñas. Y es un privilegio observar a un hombre como Llorenç aplicar su experiencia sobre tanta belleza, y no menos el aliciente de esperar a que sus cuidados lleguen hasta la copa.
ResponderEliminarUn saludo