Afirmaban hace ya más de 2.000 años Columella y su sucesor
Palladius que "el más excelente de los vinos es aquel que nos produce
placer por sus propias cualidades naturales". Cuando encuentro esto en alguna botella siento un estremecimiento intelectual. Esos eternos instantes en los que la naturaleza, el viticultor, el clima, la tierra y la uva se entrelazan en un estado mental y físico.
El tradicionalista
Pierre-Marie y el enfant terrible Eben Sadie elaboran verdaderas joyas
bien diferentes. La de Cornas del 2001 tiene una elegancia admirable,
chocolate amargo, algo de tabaco y monte bajo:
En el sudafricano, que además de syrah lleva algo de monastrell, encontré grosellas y ciruelas algo desecadas o pasificadas y un envejecimiento fantástico...
No hay comentarios:
Publicar un comentario