Cada día cuesta más encontrar aquel paisaje que delimitaba violentamente nuestro territorio...
Lo recuerdo como esa especie de sudor animal que se percibe en algún borgoña. Pero mucho más cálido y azucarado, envuelto en una nube polvorienta cargada de presencia humana, de conversaciones y trabajos en la viña, de insectos negros que se desplazaban lentamente entre la tierra y escorpiones transparentes inmóviles y aletargados. Unos paisajes resplandecientes y sonoros.
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