Sólo hubo una decisión importante en mi vida. Elegí el pincel y no la azada.
A veces siento que me equivoqué...

lunes, 21 de julio de 2014

Dos retratos, un vino

Aparece en escena el color en las uvas...
Este año el punto de madurez nos lo dirá este retrato de mi mujer. Ya que el moscatel es cosa suya, tendrá que estar muy atenta al color de sus bayas, a la intensidad de su amarillo, a su saturación, su densidad. Todo viene dado por su color. Para recoger la uva en su punto óptimo de madurez tienes que saber pintar, interpretar el color y su evolución, esa cantidad justa de amarillo oro con algo de verde en su centro, en la pepita, y en esta, ese ocre transparente con algún óxido rojo, aunque esto...
   

...Esto ya casi será el color del vino. Y esta añada tendrá un tono parecido a este otro retrato suyo:



martes, 15 de julio de 2014

Verolar


Si existe una viñología pictórica inconfundible, que ocurre de manera natural,  apenas imperceptible, lenta y gradual, esa es el envero. Las bayas empiezan a confundirse con las sombras, a pintarse ellas mismas de manera autónoma, espontáneamente. Resulta inevitable empezar a probar lo que será la nueva añada, la fruta, la acidez y todo eso...
La cariñena todavía es verde, sin brillo, opaca y sin matices pero la garnacha ya empieza a tener todos esos suaves y delicados tonos que la hacen una de las más bellas...

lunes, 7 de julio de 2014

Pancho

                                              

Pancho es chileno y enólogo. No hay nada más que saber de alguien para invitarlo a tu casa a comer y sin mediar apenas unas frases abrir una botella, y, si es de su vino mejor. Lo elabora en el sur de Francia con cariñena blanca y alguna otra cepa de allí. Recién abierta apareció, un ligerísimo gas perfumado que se desvaneció lánguidamente pero firme en la boca, flores blancas pequeñas e intimas se fueron abriendo hacia un Mediterráneo luminoso y turbulento, fresco, directo, frontal y despiadado a la vez. Una acidez perfecta, redonda, original. Intimidad y sensualidad, clase y terruño. Sin química apenas. Un vino en la frontera...
Al acabar la comida y después de cinco botellas -también probamos los nuestros- nos fuimos a ver viñas. Pancho tocaba las cepas, mis cepas, como si fueran suyas, se arrodillaba y las abrazaba, las inhalaba. Ellas estaban cohibidas y extrañadas, yo no sabía que decir...