Si existe una viñología pictórica inconfundible, que ocurre de manera natural, apenas imperceptible, lenta y gradual, esa es el envero. Las bayas empiezan a confundirse con las sombras, a pintarse ellas mismas de manera autónoma, espontáneamente. Resulta inevitable empezar a probar lo que será la nueva añada, la fruta, la acidez y todo eso...
La cariñena todavía es verde, sin brillo, opaca y sin matices pero la garnacha ya empieza a tener todos esos suaves y delicados tonos que la hacen una de las más bellas...
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