Muchas de las carnes, pieles, cráneos y apéndices que pinto están fuertemente influidos por la sensación efervescente y grumosa que ha ejercido en mí esta roca sedimentaria, mezcla de arcilla y carbonato cálcico, abundante en los declives erosionados de mis bancales. El Tap es una barrera impermeable al paso del agua y adquiere tonalidades grises, azules y amarillas en contacto con la luz del sol, el oxígeno o la humedad. Cuando estas rocas carbonatadas se descalcifican aparecen arcillas rojas, acumulándose al tiempo que se diluyen sobre brazos, piernas y cabezas a modo de polvo mineral.
Siendo pequeño, mientras desbrozaba el margen inferior de la viña, destapé un nido de lagarto con unos cuantos huevos. Se me ocurrió estrellar uno contra el suelo y para mi asombro, ¡rebotó! El segundo lo abrí delicadamente con un palo y extendí ese amasijo de escamas coloreadas y mohosas sobre una roca de Tap. Aquella asquerosa composición de rojo coágulo sobre un blanco hueso fue mi primera paleta de color.
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