
El día que encontré unas cuantas agrupaditas era casi de noche y con mi mala vista apenas pude hacerme una idea. Al día siguiente, después de haber dormido intranquilo, bajé con mi mujer y sus dos enormes y precisos ojos, bancales abajo a localizarlas. Al ver ese esmaltado azul cobalto rodeado de párpados aterciopelados y carmines recordé aquellos paisajes quemados que pintaba con mi padre de pequeño donde las vetas de vegetación abrasada mantenía los contornos de las formas.

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