Ha vuelto el frío, la lluvia ha lavado el azufre, los caracoles campan a sus anchas... Por suerte les he dejado cantidad de comida en el bancal. Hubo un año en que el campo estaba recién labrado y una de estas lluvias, o mejor, sus salpicaduras, esparcieron esporas por todas las hojas que estaban a ras de tierra al rebotar las gotas contra la costra endurecida de la tierra.
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