
Los puñeteros pinos se están apoderando del maravilloso y tan peculiar color de nuestras montañas. Antes todo era amarillo, óxido, gris o rojo. Se veía por todas partes el esqueleto blanquecino de nuestro terroir. La inalterada tradición del cultivo de nuestros bancales podría haberse combinado con una nueva manera de entender la jardinería o bien un policultivo integrador que armonizara los molestos verdes con los habituados naranjas, los absurdos azules con los vertebradores grises...pero no ha sido así.

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