No existe nada comparable a una viña vieja. Sentirte parte de su historia e imaginar lo que vendrá produce escalofríos. Es el final del dibujo y el inicio de la pintura. A partir de aquí todo será diferente en cuanto al tacto de la madera, su cuidado y tratamiento, la luz en el viñedo, su humedad, sus insectos y ese sonido zumbante, su aleteo con el viento y hasta el propio caminar en el bancal.
Se acabó la danza macabra...
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