Sólo hubo una decisión importante en mi vida. Elegí el pincel y no la azada.
A veces siento que me equivoqué...

lunes, 7 de octubre de 2013

Anochecer


La otra tarde se me hizo de noche en esta viña a mil metros de altura, la única que queda por los alrededores, rodeada por un profundo foso, inundado de maleza, por donde subimos o mejor, trepamos Rafael y yo. Una vez arriba, siempre en una ligera pendiente,  tropiezas con las cepas. Las primeras, las más vigorosas, plantadas en un terreno que antiguamente era montaña, parecen a punto de deslizarse por el precipicio. Expuestas a los animales que merodean por allí, ya habían sido visitadas por perdices.
Una viña abierta directamente a las nubes achatadas que pasan y parecen rodear y no tocar esta tierra a una velocidad de vértigo.
Cuando ya me iba paré un segundo a echar unas fotos desde la pista donde tenía el coche y de repente    
noté una suave caricia por el tobillo...
Tenía una serpiente enrollada o casi, de apenas un metro de largo, estrecha y parda. Automáticamente  me vino a la cabeza la cantidad de serpientes que han pasado por mi vida...
Anocheció.


En dos semanas estamos vendimiando.

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