Uno de esos días encontré esta viña, justo al final del asfalto de una carretera comarcal a unos trescientos metros de altura y con una orientación sur-este, plantada toda ella de giró (garnacha) y algo de moscatel romano. Lo más curioso es que en el último bancal hay unas jóvenes cepas plantadas (ya injertadas) sin tutor y muy cercanas unas de otras, apenas un metro de distancia y con unos frutales en los extremos. En fin, una maravilla para los ojos y las manos...Desconozco el pie de esas viñas, puede que sea 161.
Me obsesiona el tema del portainjertos elegido y cómo afecta al comportamiento de la planta en terrenos con mucha caliza, humedad y unas piedras que atrapan el calor diurno del verano y lo van soltando poco a poco por la noche. Ésto la moscatel sabe hacerlo a la perfección.
El cuadro lo tengo en casa y no será la última vez que lo pinte.
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