Una obra de mi amigo Albert...
Era una escultura antigua que tenía en el inclinado jardín de su casa. Se ha transformado y dejado de ser algo que se imponía violentamente a la salida de su estudio como una molesta plaga pétrea y descolorida para evocar, de repente y gracias a una pinada cercana, una ausencia placentera y cautivadora, algo hipnótica ...Albert atiende y asiste de manera creadora el paso del tiempo en la naturaleza...
¡Ay!, para mí no es placentera, es terrible, inquietante. La repetición metastásica, la labor de un lento depredador, el hueco vacío con la forma pretérita, ¡ay! me esmusa.
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